jueves, 27 de septiembre de 2012

Ladrón de bicicletas (Vittorio de Sica)


Cuando empecé a escribir este blog me dije a mi mismo que siempre intentaría no dar esa imagen de cinéfilo pedante que tanto odio de los demás. Aun así, y a riesgo de parecer un modernillo, que no lo soy (que venga Kubrick y lo vea), tengo que recomendaros la película de la que os voy a hablar hoy, que no es otra que Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette, 1948). Este film dirigido por Vittorio de Sica fue uno de los primeros de la denominada época del neorrealismo italiano, cuyas características explicaré brevemente un poco más adelante.

La historia está sacada de la novela homónima de Luigi Bartolini, y extrapolada al género cinematográfico por el cuasi omnipresente guionista Cesare Zavattini, y digo cuasi omnipresente porque trabajó con Vittorio de Sica en muchas de sus obras como Umberto D. o El oro de Nápoles. Debo apuntillar que la traducción del título de la película puede llevar a engaño. En italiano “ladri” quiere decir “ladrones”, mientras que quien tradujo el título decidió poner “ladrón”. Aquí hay dos maneras de verlo, pero para ello hay que ver la película, y después decidir.


La historia transcurre en Roma en la época de la posguerra. Italia está sumida en un panorama desolador que tardará en mejorar y quienes más lo sufren son los ciudadanos de a pie. Nuestro protagonista es Antonio Ricci, un desempleado y padre de familia, que por suerte encuentra un trabajo pegando carteles en la calle. El único problema es que necesita tener una bicicleta para que le den el trabajo. Tras empeñar el ajuar de cama de la boda consigue una bicicleta, pero tiene tanta mala suerte que el primer día de trabajo se la roban. Antonio persigue al ladrón pero lo pierde, así que no le queda más remedio que denunciar el robo a la policía. Después se da cuenta de que no sirve de nada así que le pide ayuda a un amigo de su partido. A partir de ese momento la película completa trata la búsqueda de la bicicleta de Antonio, llevándole a dar por fin con el hombre que le robó la bicicleta, pero nada puede hacer pues sin testigos no puede demostrar nada, y todo el mundo defiende al ladrón. Al final, desolado, Antonio ve, como quien ve un oasis en un desierto, una bicicleta aparcada sola al lado de un portal. Tras unos momentos de duda se abalanza hacia la que es su única salvación: rebajarse al nivel de la persona que le robó su bicicleta, pues no tiene otra salida si quiere conservar el trabajo. Desgraciadamente no será tan hábil como quien se la jugó a él y le pillarán a las primeras de cambio, sin embargo, gracias a los lloros de su hijo dejarán que se marche.

Resulta curioso que sea su propio hijo quien le “salve” el pescuezo, cuando lo único que ha hecho durante toda la película es correr detrás de su padre, que a su vez corría detrás del ladrón de su bicicleta. Podemos calificar así a la película como una chasing movie, término que me acabo de inventar pero que queda perfecto para esos filmes en los que el protagonista se dedica a ir detrás de algo que ha perdido o que le han quitado. Hablando de lo que le han quitado, me gusta pensar que entre el título original y la traducción al castellano hay una especie de doble moral que nos obliga a pensar un poco y preguntarnos si la película refleja solamente a una víctima de los ladrones de bicicletas, o realmente refleja a una víctima del triste panorama que se vive cuya última y trágica salida es convertirse en un ladrón de bicicletas. Es complicado de saber.



Pero como realmente se califica a esta película es como pionera en el terreno del género neorrealista de Italia. Definir el neorrealismo italiano es complicado, así que que ni pintadas vienen las palabras de Cesare Zavattini cuando intenta explicar lo que es este género:

“Cuando alguien, sea el público, el Estado o la Iglesia, dice: basta de pobreza, basta de películas que reflejen la pobreza, comete un delito moral. Es que se niega a comprender, a enterarse. Y al no querer enterarse, consciente o no se sustrae a la realidad.”

Básicamente se trata de ese tipo de cine que refleja la sociedad en su estado más crudo, sin aliñarla de ninguna manera. Muestra los despojos del mundo y los problemas cotidianos de los ciudadanos de a pie, normalmente (por la época en la que surgió, en la posguerra) en situaciones de penuria y hambre. Al querer reflejar esta sociedad cruda y desaliñada no solo varió el contenido sino que la forma también cambió. Mientras en Estados Unidos triunfaban las películas con grandes actores y actrices y los magnates del studio system se frotaba las manos día sí y día también, el neorrealismo llevó a cabo un sistema de trabajo en el que los actores no eran profesionales, sino que eran personas corrientes (se buscaba dar más credibilidad), no se seguían los guiones sino que se improvisaba mucho más, y, en muchas ocasiones, se prescindía del acompañamiento musical. Aquéllos que no estén acostumbrados pueden tachar este cine de lento y sombrío, pero muchos directores han confesado la influencia de esta película y de muchas otras del género neorrealista en sus filmografías.

Aparte del guion (nominado al Oscar), hay que mencionar la realización que lleva a cabo De Sica, que nos acerca mucho más al sufrimiento del personaje, además de la melodía que da comienzo al film y que me gustó mucho.

A todos los que hemos estado en Roma nos gusta imaginarnos de nuevo paseando por la ribera del Tíber, y esta película me llevó de nuevo allí, como si estuviera andando otra vez por la ciudad eterna, en busca de una bicicleta que ni siquiera es mía. Así pues, os recomiendo verla y, cuando terminéis de verla, podréis haceros la pregunta, ¿realmente la película trata sobre “un ladrón” o sobre “los ladrones”? Aunque dudo que alguien tenga la respuesta.

La puntuación final:

7/10. Hace mucho tiempo que Ladrón de bicicletas salió del horno, pero su carne sigue igual de jugosa que al principio. Disfrutaréis viendo esta película igual que disfrutáis cuando coméis un buen pollito en su salsa. 

Un abracito.

lunes, 24 de septiembre de 2012

El origen del planeta de los simios (Rupert Wyatt)


Mientras preparo un texto que se me está alargando demasiado en el tiempo, @josuperezmarin os habla de El origen del planeta de los simios, y parece que no está contento. 

Un día cualquiera de 2010. 10:00 A.M. Hollywood, California. En su amplio y lujoso despacho un agobiado productor de cine rebusca en su escritorio un guión que no entrañe muchos riesgos y proporcione grandes beneficios. A su derecha, una pila de tres o cuatro historias de cine independiente que no financiaría ni después de todo el Bourbon del mundo. A su izquierda, entre un sinfín de papeles amontonados, sobresale una bella encuadernación. Tras dejar el puro sobre el cenicero, sus rechonchas manos tiran del taco y aparece ante sus ojos algo bueno, algo muy bueno. Inmediatamente llama a su secretaria para que venga a echarle un vistazo. Mientras tanto, y con la vista puesta en el cartel de La tentación vive arriba que tiene delante, recuerda la millonada que supuso en su momento para la 20th Century Fox el lanzamiento de El planeta de los simios.

Tras un par de horas la decisión está tomada, El origen del planeta de los simios tiene luz verde. Hecatombe.


A partir de ahora contaré detalles sobre la saga, así pues insto al lector no iniciado en esta historia a volver una vez haya echado un vistazo a estas interesantes películas. El planeta de los simios fue un popular film dirigido por Franklin J. Schaffner (Papillon) en 1968 y que nos ha llegado como un clásico del cine postapocalíptico. En la primera parte, unos “astronautas” aterrizan en un planeta aparentemente desértico tras un largo viaje espacial. Más adelante descubrimos que el planeta está habitado por todo tipo de simios, desde chimpancés hasta orangutanes. Finalmente, el protagonista, encarnado por Charlton Heston, descubre que el viaje no ha sido en el espacio, sino en el tiempo (hacia el futuro); y que no están en un planeta lejano, sino en el lugar desde el que partieron, la Tierra.

Con ese épico final de la estatua de la Libertad medio enterrada en una playa se cierra esta primera parte. El éxito fue tan abrumador que no tardaron en llegar las secuelas, en este caso cuatro, hasta completar una saga de cinco films. No obstante, a un avispado ejecutivo se le ocurrió en 2010 que había que recuperar el tema de los monos, aunque ya lo había hecho en 2001 Tim Burton (sin comentarios...). Desde hace unos años viene ocurriendo que los remakes, secuelas y precuelas de clásicos se han puesto de moda. Crisis de ideas en el cine y miedo a fracasos en taquilla es la explicación.

El origen del planeta de los simios (2011) es una película que sobra por diversos motivos. Aparte de no aportar nada nuevo a la historia original, la contradice. No aporta nada nuevo puesto que J. Lee Thompson en 1972 dirigió la cuarta película de la saga Conquista del planeta de los simios / La rebelión de los simios, film dedicado a explicar cómo surgió el planeta de los simios. No obstante El origen del planeta de los simios (2011) no es un remake de aquella cinta. Lo más grave del asunto es que contradice la historia original puesto que cuenta otro origen distinto al que se había dado en 1972 con la cuarta película de la franquicia.

En Conquista del planeta de los simios (1972) (Conquest of the Planet of the Apes en versión original) el mundo se vino abajo por los siguientes motivos. Debido a algún tipo de epidemia las mascotas más comunes de los humanos, es decir, perros y gatos, murieron y se extinguieron. Debido a esto se introdujeron primates en los hogares y a consecuencia de la convivencia, los simios empezaron a pensar y discernir, hasta que uno de ellos dijo “no”, se negó a cumplir una orden de su dueño. A partir de este punto las revueltas se suceden y los simios toman la Tierra. En El origen del planeta de los simios (2011) el origen es otro. El apocalipsis viene provocado por una serie de experimentos que hacen que los monos se vuelvan agresivos. Por supuesto, y se hace evidente cuando uno ve la película, los guionistas de esta última no coinciden con los de las anteriores. Como contrapartida, se puede mencionar el caso de Prometheus, digna precuela de Alien, y digo digna porque encaja a la perfección con la película original y bien podría haber sido filmada antes que ésta. Quizá que el director sea el mismo ayude. 



Como sencilla conclusión, El origen del planeta de los simios, es una película que no tiene cabida en la saga, no se la puede ubicar en ninguna parte puesto que cuenta una historia distinta y sin enlace con las demás de los años setenta. Un punto a favor, y digo sólo uno, es la convivencia durante todo el film de actores digitales con actores de carne y hueso. Esta técnica se la debemos al visionario Peter Jackson y su Gollum y a James Cameron que la perfeccionó para Avatar.

Por cierto, el actor que interpretó a Gollum en El señor de los anillos dentro de una malla llena de sensores de movimiento repitió experiencia con el simio protagonista de El origen del planeta de los simios. La Academia de Cine sigue siendo reacia a reconocerle su labor como actor, de hecho ni siquiera puede ser nominado. Al parecer no encaja en ninguna categoría. Tiempo al tiempo.  

Y ahí sigue sentado, tan ancho, sobre su silla de cuero negro y respaldo alto. Hace dos días ha mandado cambiar de sitio el póster de La tentación vive arriba. Ahora frente a él, reposa erguido en la pared el de El origen del planeta de los simios. Se lo merece, 93 millones de desembolso y 481 de ingresos. En 2014 estrenarán Dawn of the Planet of the Apes.

La puntuación final:

Un 2/10.  El origen del planeta de los simios es un huevo, pero un huevo podrido. No merece la pena ni intentar comerlo, va a la basura de la misma, igual que los huevos golpeados dentro de la caja y que se les ha salido el liquidillo. Repugnante.  


martes, 11 de septiembre de 2012

Marnie, la ladrona (Alfred Hitchcock)


Seguimos con Hitchcock, simplemente porque hace poco me interesé por una de las últimas obras que realizó antes de su muerte en 1980. Se trata de Marnie, la ladrona (1964), el film que realizó después del estreno de Los Pájaros en 1963. La película está protagonizada por Sean Connery y Tippi Hedren, actriz que, a lo largo del rodaje, terminó enfrentada con el director.


La historia comienza con un robo que no se sabe quién ha cometido, hasta que las cámaras nos van presentando poco a poco a Marnie, que es quien ha obrado el delito. Marnie es una ladrona metódica, que va pasando de empresa en empresa desvalijando lo que buenamente puede, siempre “quemando” las pruebas que puede dejar tras de sí. Cambia de identidad en cada nueva ciudad y no hace amistades ni tiene romances. Se mantiene totalmente sola por lo que, en un principio, parece la necesidad de no dejar huellas, pero que al final descubrimos es una patología psicológica. El único vínculo emocional que Marnie posee es su madre, que no la quiere. Eso la hace sufrir pues no hay un motivo claro, o al menos ella no lo conoce, desea con todas sus fuerzas que su madre la quiera pero no sabe cómo conseguirlo, pues ella se muestra distante. Marnie planea otro golpe, en una empresa dirigida por Mark Rutland, que no duda en contratarla a pesar de que no tiene referencias. Marnie ojea todo lo necesario para llevar a cabo el robo y lo ejecuta. Mark la descubre poco después, pero en lugar de entregarla a la policía decide chantajearla para que se case con él. Mark se interesará poco a poco por la patología de Marnie, que no le quiere cerca, hasta que logre dar con su solución.

Se trata de una idea en base interesante, aunque ya utilizada en otras ocasiones. Muchas son las películas cuyas tramas están basadas en el psicoanálisis y los traumas de la infancia con repercusiones psicológicas posteriores y muchas son las que forman parte de la filmografía de Hitchcock (no podemos evitar recordar Psicosis y la importante figura de la señora Bates y el complejo de Edipo de Norman; también podemos recordar la película Extraños en un tren con el complejo personaje de Bruno). Marnie contiene otro personaje que ha sufrido un grandioso trauma en la infancia; ese trauma produce todas las repercusiones que la protagonista sufre en el presente, el miedo al color rojo y el rechazo de cualquier tipo de afecto por parte de los hombres, ya sea en forma de cariño o de ámbito sexual. En definitiva, otra película de Hitchcock que tira de las teorías de Freud para crear una trama medianamente interesante (pero que podría ser mejor).

Como siempre, la mejor escena del film (siendo de Hitchcock) está basada en el suspense puro, como bien expliqué anteriormente el suspense consiste en la regulación del saber, colocando al espectador, nosotros, un paso por delante de los personajes. La escena a la que me refiero es la siguiente:



En ella Marnie está ejecutando el robo de la empresa Rutland & Co. sin saber que la señora de la limpieza está aproximándose poco a poco a la estancia en la que se encuentra. Nosotros vemos cómo Marnie no está dándose cuenta de nada, hasta que sale de la sala tras terminar de robar la caja fuerte y ve a la limpiadora. Entonces se descalza y, cuando creemos que todo saldrá bien, un ruido inesperado la delata. Sin embargo Marnie tiene suerte (para saber por qué ved la escena entera o ved la película).

Lo peor de la película: su exagerada extensión. Los 125 minutos de metraje se hacen excesivamente largos para una historia que podría resolverse en menos tiempo. Quizá demasiado celuloide gastado en la secuencia de la luna de miel, quién sabe, el caso es que, sea por el tema de la película, o por el ritmo (demasiado lento para mi gusto) el producto final no es todo lo bueno que prometería la sinopsis leída en voz alta. El propio Alfred Hitchcock se cansó de la historia en mitad del periodo de rodaje y eso queda reflejado en la película, que no está hecha con toda la pasión de las historias Hitchcock.

Mi puntuación final:

4/10. Casi pero no. Marnie no aprueba, su excesivo metraje y su lento ritmo pudieron conmigo.  Una buena idea depende mucho de su envoltorio, y, al igual que algunos nuggets, a veces ese envoltorio echa para atrás.



Un abracito.